Cualquiera que viva una mudanza, sabe que en el destino nuevo, hasta que no almacenes alimentos, ¡no tienes nada que comer!. Como todo lo antes escrito, también en esto, puede realizarse una buena autocrítica. Al cambiar de casa y ambiente vital descubres como observador de tu propia existencia, cual era tu alimentación. Alimentos que por recomendación o por una primera compra compulsiva del mismo, desde entonces formaba parte de mi dieta, sin realmente necesitarlo. Después de lo vivido, sin temblarme el pulso, eliminé todo aquello que no me interesa de la lista de la compra.
Junto con los alimentos está el lugar donde se guardan. El frigorífico, es ahora comunitario, y esto requiere minimizar al máximo los elementos a guardar. Además, tras comprobar que suelo congelar, comprobé que ya no congelaba nada, por lo que me deshice del mismo, un gasto de energía innecesario.
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