La soledad hizo de mi vida su refugio.
Hace mas de dos meses que tengo una lesión en la rodilla por lo que estoy de baja sin poder salir casi de casa mas allá de comprar e ir al medico en la mayoría de las ocasiones. He recibido algunas pocas visitas, unas cuantas llamadas y bastantes mensajes de wassap, pero la mayoría del tiempo he estado solo, sentado por norma general en el sillón. Pude encontrarme conmigo, despedirme, reencontrarme, aclarar el pasado, hacer la cuenta de los errores, observar los pensamientos, llorar, meditar, darle forma a un proyecto con jóvenes, fabricar los muebles de mi cocina...... pero me he sentido solo con frecuencia.
La soledad es una manta gruesa y opaca capaz de cubrir la luz del día mas soleado del verano, su peso ralentiza mi capacidad de entablar cualquier tipo de vinculo humano. A medida que pasan las semanas, la situación extraordinaria se ha transformado en la nueva normalidad.
La soledad me hizo pensar en la cantidad de personas que se encuentran en la misma situación o incluso peor, debido a la cantidad de tiempo acumulado en esta agridulce compañía, a veces necesaria, a veces aborrecida, distinta cuando las buscas a cuando te la imponen. El tiempo de exposición a su radiación acentúa la incapacidad futura de entablar una conversación lucida e interesante, de comenzar un vinculo sea del tipo que sea con otra persona por lo que es una dragón que se muerde la cola, se retroalimenta y refuerza a si mismo.
Pero algo que aprendí es que siempre hay algo que nos ayuda a mantener la esperanza. te contaré algo acerca de Sombra. Nunca hablé de ella más allá del concepto místico de la misma.
Hace 5 o 6 años volvía a casa del trabajo a medio día para cambiarme e ir a por Max al colegio. De repente en mitad de la carretera de camino, se apareció una perra que salía de la cuneta. La visión era dantesca, su cuerpo estaba cubierto de heridas y sangre, caminaba tambaleándose y al verme se detuvo y se quedó mirándome. Si fuese posible, diría que con su mirada me dijo que acabara con su vida, que estaba derrotada. Me detuve en ese momento, la cogí y metí en el coche. Al tenerla cerca pude observar que además de las decenas de agujeros que cubrían su cara, cuello y piernas, tenía un agujero mayor entre las dos orejas por donde se le veía el cráneo. Decidí aceptar su petición, supuse que aquello había sido obra de un humano, así que otro humano debía pagar por el error y darle paz. Recogí rapido a Max y fuimos a sacrificarla. Al llegar le dije a la veterinaria que nos atendió que algo como un tractor debió atropellarla por las extrañas heridas que tenia. La chica la analizó y me dijo:
"Esta perra no ha sido atropellada, sus heridas son de mordidas, viene de pelear. Como es hembra la utilizan para entrenar a los machos"
Entonces pregunté el porque del agujero grande entre las orejas y me contestó que era el golpe de gracia, cuando ya no les sirven las matan golpeándolas con algo contundente y las tiran a la cuneta. Nos quedamos helados.
Allí en la sala fría de la consulta llegados a este momento le dije que procediera al sacrificio y yo pagaría los gastos. Ella me pidió entonces que no lo hiciera todavía, que era joven y tenía una posibilidad de sobrevivir si no tenía partido el cráneo y que podría quedarme con ella, la clínica se haría cargo de todos los gastos pero que no le pidiera que la sacrificara hasta que le hicieran las pruebas. Le respondí nervioso que como iba a quedarme con ella si además de ser raza peligrosa, ya había sido maltratada y usado para las peleas, yo tenía un hijo y tenía miedo de que le pudiera atacar. Ella me dijo que los perros maltratados a tal extremo suelen ser los más fieles y cercanos a sus dueños. Respondí que le hiciera las pruebas y que si era posible me la quedaría. Las pruebas dijeron que podría salvarse. Entonces me preguntó que nombre le pondría y le expliqué que estaba aturdido por todo lo que había ocurrido ese día pero que aparecería el nombre que merecía.
Tras 24 horas en observación la llevamos a casa, debía curarle las heridas durante tres o cuatro meses tres veces al día. Al llegar la dejé sobre una manta en el suelo de la cocina. No andaba por el estado de shock en el que se encontraba. La miraba de vez en cuando y sentía una mezcla de compasión, desolación y miedo a su posible reacción.
Durante los tres días siguientes no se levantó de la manta. No comió ni casi bebió. Al tercer día por fin lo hizo y entonces hizo algo que no podré olvidar jamas. Vino hacia mí y pegó su hocico a mi pierna. Fuera donde fuera en la casa, ella me perseguía sin dejar el contacto en ningún momento como si estuviéramos imantados, si me detenía se tumbaba sobre mis pies. Tropecé varias veces al liarse entre mis piernas y apunto de caerme en cierta ocasión dije: demonios! Parece mi Sombra!...... Y fue así como apareció su nombre.
Durante las siguientes semanas cuando los conocidos me veían con ella me preguntaban de donde había salido y al explicarle esta historia que acabo de contarte quedaban estremecidos y me daban la enhorabuena por la acción, pues les parecía que había salvado su vida.
Tarde poco tiempo en comprender la verdad de lo ocurrido.
En realidad, fue Sombra la que me salvó a mi.
La soledad es como una fría noche interminable que deseamos que pase cuanto antes para ser calentados nuevamente por los rayos del sol, pero incluso en el momento mas oscuro de dicha tiniebla, puedo ver gracias a la luz que transmite mi Sombra.