martes, 7 de enero de 2014

Día menos cuarenta y dos

Una vez mas el desapego llamó a mi puerta. Esta vez como las otras, toca realizar un trabajo interno que me ayude a superarlo.
En este caso el sentimiento de perder a la persona amada me transporta a un lugar oscuro entre mi corazón y mi mente. Recuerdo haber estado aquí antes, hace muchos años. Por aquel entonces las paredes de esta caverna brillaban y la luz irradiaba con tanta fuerza que llegaba a calentar mi alma herida. Ahora las paredes son de color mate, están manchadas de penas pasadas. Por ello salí un instante a coger un cepillo y regresé para sacar lustre al lugar. Es una caverna donde el corazón se hiela si permanezco mucho tiempo pero debo enfrentarme al dolor. 

He soltado su mano por ultima vez, sus labios eran fríos y su mirada me dijo todo lo que necesitaba saber. Creí desmayarme, perder el sentido, quise salir corriendo, pero nada de eso hice. Me colgué una sonrisa y salí de su casa para no volver. La tormenta de lágrimas que derramé por ella regaron la tierra donde brota la vida que me espera.